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MATERNIDAD MUJER CRIANZA FEMINIDAD

Las Invisibles

Editorial

 

Por: Ana Cristina Franco

¿Qué es ser madre en esta sociedad? ¿Renunciar a una misma?, ¿Ser sumisa y aburrida? ¿Que nos digan guerreras y nos regalen electrodomésticos?  El segundo domingo de mayo se celebra en todo el mundo el día de la madre. Esta fecha nació en 1870 gracias a  una activista y poeta: Julia Ward Howe, ella escribió la Proclamación del Día de la Madre, una especie de manifiesto que buscaba proteger a los hijos de la guerra. Hoy por hoy el día de la madre es una estrategia del capitalismo en donde se ve con claridad cómo la sociedad concibe a la maternidad: con refrigeradoras nuevas y rosas. Las madres somos mujeres, madres, y la mayoría, amas de casa. Eso quiere decir que tendemos a perder tres veces: una por ser mujeres, otra por ocupar nuestro tiempo en la crianza de nuestros hijos (una tarea no reconocida en un medio exitista), otra por ser amas de casa, tal vez el trabajo menos valorado en la sociedad capitalista. Las madres dan la teta diez, quince veces al día, preparan comida para sus hijos, los bañan, juegan con ellos, pasan noches sin dormir, pero la gente les pregunta: “¿No trabajan?”. Lo mismo las amas de casa, limpian, cocinan, trapean, invierten su energía en cada miembro de la familia. Y les dicen lo mismo: “Ah, usted no trabaja”. El día de la madre es el día de la ama de casa, y tanto la una como la otra (y la mayoría suelen ser las dos cosas) pertenecen al sistema, pero nadie las ve.

 

En tiempos de matriarcado las labores realizadas por mujeres, como la partería y la sanación, no sólo eran respetadas y pagadas, sino que eran sagradas. Después de la burocratización del matrimonio estas labores pasaron a ser prohibidas y las mujeres que las realizaban fueron perseguidas por brujas. Todo lo referente a la medicina fue institucionalizado. Se creó la facultad de medicina, pero claro, a las mujeres no les dejaron entrar, dice Alicia Murillo (cantante y activista feminista) en su maravillosa entrevista publicada en el libro Maternidades Subversivas. Las otras labores realizadas por mujeres como las domésticas no fueron prohibidas pero sí menospreciadas y relegadas a un “rango social” inferior.   

 

Yo particularmente le encuentro un terrible encanto al mundo doméstico, sobre todo, a las cocinas, tal vez porque nunca he tenido una habilidad intrínseca para cocinar, sueño con poder hacerlo bien. Ya he dicho en otros textos que suelo escribir en una cocina, que allí combino tareas domésticas con otras intelectuales. Aunque sí tengo un estudio, la famosa habitación propia, cada vez que entro en ella me da frío y termino volviendo a este lugar en el que puedo calentar interminables tazas de café que me acompañan en mi trabajo. Nada mejor que escribir y cocinar, que leer y comer. Dicen que Louisa May Alcott escribió Mujercitas en la cocina, que Jean Austen también escribía sus novelas en la sala de estar, y a veces, también en la cocina. Sylvia Plath se suicidó en la cocina. Hay algo bello en el acto (ya sea real o simbólico) de escribir en la cocina. Tal vez tenga que ver con el hecho de unir estos dos universos aparentemente opuestos: el doméstico/maternal y el intelectual. En este, nuestro primer número dedicado al día de la madre, hemos reunido textos de madres escritoras (no todas amas de casa a tiempo completo) unas se preguntan qué es ser madre, otras analizan si se sienten representadas en esta fecha. Cada una narra una historia distinta. Sabrina Duque escribe sobre la experiencia de haberse convertido en madre en el mismo momento en el que se consagró como escritora. Habla de esta contradicción impuesta por la sociedad en la que la maternidad implica el fin de la vida profesional; Martu Lasso se pregunta qué es ser madre, rompe los clichés para describir los mundos más sutiles, crueles y profundos de la maternidad; Sandra Araya cuenta, con tanta magia, cómo su hijo Miguel llegó al mundo; Margarita Borja, que tiene una hija de diez y otra en el vientre, habla del calor de sus hijas, del miedo, del amor, del cuerpo femenino como fuente de placer. Paulina Simon, nuestra primera invitada del podcast, nos cuenta en el programa cómo sus hijos ponen su casa patas arriba para freír un huevo en cada Día de la Madre.

Ilustramos este número con obra de Louise Josephine Bourgeois porque su obra retrata a una mujer/madre que es precisamente la que no nos muestran en El Día de la Madre.  Su pintura es perturbadora, en ella se exponen de manera cruda el placer y el dolor ligados a la feminidad. Sus acuarelas parecen manchas de sangre, quizá de menstruación, manchas que casi al azar retratan con violenta belleza cuerpos femeninos, fetos, hijos, cordones umbilicales, mujeres arañas que tejen sus redes con las que también se enredan. Cada intervención en este número es un homenaje, un regalo, para reflexionar, re pensar, para tocar los hilos finos, suaves, complejos, que tejen las maternidades.

 

Aunque el segundo domingo de mayo siga siendo el día para recibir electrodomésticos, el día de la ama de casa, recientemente se ha establecido una nueva fecha, el 10 de mayo, que es el día de la maternidad elegida. Si bien es un logro tener una fecha para reflexionar y celebrar la maternidad elegida como instancia de placer y no de sufrimiento (como se nos ha impuesto), también parece importante reflexionar sobre lo que por años ha representado este segundo domingo de mayo, sobre cómo nos miran a las madres. Si las feministas de los setenta lucharon para salir de las casas a trabajar, hoy también podríamos luchar por reivindicar el derecho a quedarnos en la casa y no por ello ser consideradas inferiores. Si el día de la madre es el día de la ama de casa, valdría reconocer esta labor como un trabajo y reivindicarla. Ser madre es también ver nuestras manos y reconocer en ellas a nuestras madres, a las abuelas, a las abuelas de las abuelas, y así hasta llegar a la primera mujer del planeta. Ser madre, por qué no, también podría ser reivindicar esas tareas consideradas femeninas y ahora tan menospreciadas, como hacer pan, o encabezar un sobremesa, o la sutileza de cuidar las plantas, los animales, los hijos. Esa sabiduría de las mujeres que en tiempos de matriarcado era sagrada y ahora es invisible.

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