PATERNIDADES
Jorge Núñez
Antropólogo y co-fundador de Kaleidos - Centro de Etnografía Interdisciplinaria de la Universidad de Cuenca & FLACSO - Ecuador
Paternidades Móviles
Este año mi hija Valeria comienza la universidad en otro país. Estoy feliz, muy feliz; pero también estoy triste y un tanto asustado porque nos separamos después de muchos años viajando juntos. Sin duda, la pronta partida de Valeria marcará el inicio de una nueva etapa en nuestra relación. Una etapa que aún no logro imaginar claramente, como cuando decidimos aprender un idioma pero no sabemos más que unas cuantas palabras de él. Mi paternidad no ha sido una experiencia fija, ha cambiado en función del lugar donde Valeria y yo vivimos, la edad que tenemos, los libros que leemos, las personas con quienes conversamos y el trabajo que realizamos.
Yo he aprendido a ser papá muy lentamente, a través de un centenar de pequeños experimentos cotidianos, desde correr juntos (que a mi hija no le gustó mucho) hasta recogerle de fiestas tardísimo (que a mi no me gustó para nada). En retrospectiva, Valeria es la persona que más me ha enseñado a ser padre, porque ha sido ella quien ha compartido conmigo sus deseos, alegrías y miedos. Es gracias a su generosidad y humor que mi paternidad ha sido una intimidad llena de amor y risas. Me atrevería a decir ahora escribiendo esta pequeña nota que mi hija educó a un buen papá.
Sebastián Muñoz Morales
Comunicador social
Para mi el ser padre se convirtió en la experiencia más valiosa de la vida. Es mi convicción prioritaria para crecer personalmente y creer en el futuro, frente a los abismos del presente y lo enseñado en el pasado. La paternidad me ha prácticamente obligado - y en buena hora- a renunciar a muchas cosas mías, algunas con facilidad y otras con mucha resistencia pues creo firmemente en que no quiero ser un ejemplo para mi hijo de lo que no soy, pero tampoco tener eso como excusa para negar las webadas que tengo. La paternidad es la responsabilidad más grande que he asumido y la honro como no entendería de otra manera, con el amor más hermoso que he sentido. Te Amo Silvio y gracias por darme el mejor título de la vida!!! (Lo de abuelo ya lo veremos...)
Diego Pazmiño
Músico y profesor
¿Qué decir de la paternidad, que no resulte en cliché?
Sin respuesta, divagué sobre el valor del cliché como tal. Al ser padre me he sabido reconciliar, desde con mi existencia hasta con el mundo. Me he reconciliado con los clichés, que ahora portan verdades, con las sombras, que ahora guardan consejos, con el mundo al que ya no odio sino en el que me pruebo y crezco. Ser padre es una construcción social, se decide, y tiene frutos dulces. Complementamos a la madre que es madre desde su biología hasta el más etéreo de los arquetipos. Nada ha cambiado, solamente todo ha mejorado, sin embargo, mi antigua misantropía que tanto me acompañó y que tantos textos me dictó, ahora me dice que no estoy listo para recomendar la experiencia de la paternidad abiertamente, pues como dije, ser padre es una decisión, y a la hora del té, no todos están a la altura de sus retoños.
Jota Reyes
Cazador de imágenes desordenadas: fotógrafo independiente y tesista frustrado. Cuida junto a Verónica, de dos hijos, un perro, dos ajolotes y sueños de futuro cercano
Mi testimonio explicado en dos actos de democracia participativa.
Las Lagrimotas brotaban de sus enormes ojos, pero aun así, él no bajaba la mirada… Todo había empezado por su rechazo a una amorosa cena que realicé a base de salchicha y fideos, cocina de autor, digamos. Luego de 30 minutos en la mesa y tras mi exigente tono de “COME a-ho-ri-ta” una mueca burlona respondió con movimientos de imitación a mis gestos… ZAZ! Golpe en la mesa…Y a su cuarto!, señalando con mi dedo índice el camino. Se quedaría sin golosinas ni xbox el resto de la semana… ok, la verdad fue solo un día.
Después de deliberar con la flaca (la flaca es la madre del individuo y mi pareja) por un momento sobre qué diablos hacer respecto al episodio, decidimos que habría que explicarle las razones específicas de la consecuencia, así, él sentiría una terrible culpa, y ella (la flaca) le recomendaría que se disculpe por ese remedo tan cague de risa de mi dizque autoridad… el problema fue cuando el individuo me mandó a decir con su mamá que yo me porté peor, así que quien se merecía una disculpa era ÉL… Elías tiene 5 años, y quizá también la razón…
Por otra parte, un personaje diabólico llamado Slenderman, me despojó de mis aposentos: cada dos noches durante casi tres meses, mientras dormía (golpe 3am) una sombra pequeña se acercaba a centímetros de mi cara susurrando reiterativamente el monosílabo Pa… Al abrir los ojos sobresaltado y distinguir a la criatura mirándome con cara de culpable, entendía lo que pasaba: Ezequiel tenía otra vez una pesadilla por culpa de este terrible y demoníaco personaje que de alguna manera llegó a la pantalla del computador de la casa (si, si.. si se que existe el control parental, que no se los debe dejar a su libre albedrío digital y todo eso).. La cosa es que yo ya conocía el protocolo: Agarrar mi almohada y partir a dormir en la cama donde habitaba el monstruo, mientras con el rabillo del ojo miraba como la criatura abrazaba a su madre y se acurrucaba plácidamente… Uno tiene sus propios cucos, pero siendo sincero, creo que Slenderman si andaba por ahí suelto.. Habría que hacerle frente….
En esta caótica infanto-democracia donde en poder y territorio salgo perdiendo, existen espacios que todavía domino: el de las respuestas sobre las preguntas del universo relatadas a mi antojo, el de la mirada lejana, esa de los recuerdos, recuerdos que son ellos pero no están en sus mentes, el de ambivalencia, la pena-alegría infinita de ver cómo crecen y se (te) desapegan y despegan… el de la fortuna de saber sus secretos sin que sepan que los sabes…el de la postura, el de la mentira, el ser cómplice de sus cagadas (literal), pero sobre todo saber que ser papá es ser un poco hijo y que la dimensión sobre la existencia es todavía un misterio… el territorio dominado de entender lo infinito…
¿Qué cómo es que me cambió la vida? Ella no cambia, solo madura, se acopla y te ofrece nuevos recursos para amar como nunca hubieras imaginado, porque a cada paso, a pesar de que te das cuenta que eres un egoísta, los sientes propios.
Santiago Medina
(Sentipensante)
Festejar un día al año la labor de la vida de un padre puede parecer poco. Por ello la relevancia del festejo. En mi caso, festejo la labor titánica de la transformación del espacio y la vida en torno a mi hijo. Parafraseando a Borges "La paternidad y los espejos son abominables [porque multiplican el número de los hombres]", pero yo diría que lo son porque es posible que de algún modo se generen los reflejos de las energías, propósitos y formas de ser en mundo de los padres en los hijos. La labor de crianza solidaria, donde se comparta el tiempo y labores del hogar con la madre, es la mejor oportunidad que he podido tener en este momento de vida. Los disfruto, creo lazos invaluables con Nicolás y me hace feliz su sonrisa tierna y la necesidad de cuidado. Espero poder seguir fiel a esos principios donde la felicidad sea una meta compartida, la comprensión, el diálogo y la escucha, las formas de relacionarnos. Por ahora festejo la oportunidad que me ha dado mi hijo para transformame y repensarme frente al mundo y frente a la realidad.
Carlos Larrea
Cineasta
Aprendo día a día a amarme un poco más, con el guagua volvieron la paz la fe y la esperanza en el mundo, y a su vez un duro pero apasionante desafío. Ser un padre y pasar tiempo con mi hijo es para mi la mejor manera de sembrar amor en el mundo, y además la más divertida y hermosa forma de vivir y lidiar con el consumismo, la falta de humanismo y el materialismo extremo que se ha tomado el corazón de la sociedad.
Mario Salvador
Diseñador / Ilustrador
Creo en la naturaleza. Creo en su fuerza, en su potente realidad. En la majestuosidad de una montaña, y en el tempestuoso y mágico momento en la que esta se derrumbe (si alguna vez se puede llegar apreciar eso). Creo en la poderosa escena del agua cayendo en una cascada; o, como vi en un video de un amigo hace poco, una majestuosa (y peligrosa) avalancha en un nevado.
Creo en la naturaleza. Siento que hay alguna fuerza misteriosa que hace que todo se mueva, viva, se conecte, pero no lo sé en realidad, la siento, pero no lo veo, es decir, la veo solo a través de ella, de la naturaleza. Cuando supimos del embarazo con mi esposa, como es normal (súper normal), caímos en pánico y felicidad al mismo tiempo, miedo de la responsabilidad, y magia por la venida de un ser humano. Sin embargo, pasó algo en nosotros, en mi, que me hizo sentir una certeza infinita, una tranquilidad abrumadora sobre este ser.
Siempre sentí que venía con la naturalidad de un río, del viento, o de un lobo corriendo entre el páramo. Fue así cuando nos enteramos de él, fue así en el transcurso del embarazo, y fue así cuando nació. Su mirada, su sonrisa, hasta sus lloros, solo me daban la paz y la fuerza del agua que cae en la cascada.
Lleno de los miedos modernos, de preocupación frente a las responsabilidades, de presión por parte de una sociedad que solo te pone reglas y metas acerca de cómo ser un padre, un esposo o un ser humano feliz y perfecto, lleno de todo eso, solo su presencia y su simple manera de ser bastaba para llenarme de tranquilidad, de luz, de nuevamente, fuerza.
No sé que vaya a pasar en el futuro, sé que no soy perfecto, y sé que el no tiene por que serlo también, y que el camino es largo y puede ser duro, pero también sé (y eso solo lo sé), que el vino a sostenerme también y a enseñarnos, que nos acompaña firme y natural con su luz en este camino.
Él, su madre, yo, nuestro amor. Siempre fuimos, siempre seremos, fuerzas de la naturaleza.
Luis Alberto Páez
Jilguero
Ser padre es como un viaje, te lanzas hacia lo desconocido sin saber que te depara el camino. A veces sientes temor e incertidumbre, pero la mayoría de ocasiones te sientes en la gloria, en especial, cuando las carcajadas de tu hijo invaden el silencio del camino...Es un viaje sin final, a buena hora, ya no lo recorro sólo.
Giovanni “el trika” Estrella
Músico
Puedo decir con total honestidad y certeza que si existe algo para lo que siento que he venido a este mundo es para ser padre. No concibo una ocupación, actividad, o como quiera que se lo catalogue, más placentera y vivificante que la paternidad, en mi experiencia personal nunca en mi vida me he encontrado con un sentimiento tan inmaculado e incólume como el coexistir con esos seres maravillosos que son mis hijos.
Es cierto que mi vida ha cambiado mucho después de la llegada de mis hijos, ya que como padre soltero que vive con sus dos hijos, mis ocupaciones se han centrado prácticamente en ellos, mi mundo gira a su alrededor y no hay cosa que me haga mas feliz porque para ser franco ha sido algo que no me ha costado en absoluto.
Quizás haya aspectos de mi vida pasada que pudieron haber sido importantes y ya no forman parte de mi diario vivir, pero sinceramente no siento que sea algo que me haga falta, ya que me encuentro más que completo con mi vida tal cual está.
Tengo la inmensa fortuna de poder compartir con mis hijos el otro motor que impulsa mi vida, la música. Hacer música juntos en nuestra banda “El duende del parque” me ha permitido experimentar los instantes más intensos y extraordinarios, definitivamente mi momento favorito es estar sobre un escenario junto a ellos, es una sensación totalmente indescriptible, mágica.
La gente mira como algo fuera de lo común el que yo sea padre soltero, ya que tristemente se ha normado como algo poco habitual que no entra en los cánones de una sociedad patriarcal en la que los hombres nos hemos visto criados y obligados a cumplir los roles clásicos del macho heteronormativo y donde lastimosamente se ha normalizado el desapego y la irresponsabilidad del padre debido a la enorme cantidad de casos en los cuales los hombres dejan completamente de lado su postura como padres, cosa que penosamente es también resultado de esta crianza dentro de estereotipos y errados roles de género, pero pienso que es justamente ahí donde estas situaciones erróneamente consideradas “fuera de lo común” como la mía, cumplen esa función transgresora que sensibiliza y concientiza sobre lo maravillosa que puede ser la paternidad y sobre cómo muchas veces desviamos nuestra atención en busca de situaciones y actividades que la sociedad nos ha hecho creer que deben hacernos sentir completos, cuando en realidad ninguna de aquellas puede compararse con lo maravilloso de sentir y vivir a nuestros hijos.
Juan Francisco Segovia
Gestor cultural
Cuando mi hijo era pequeño, sentí que ser padre era sencillo: él era bello, amoroso, alegre, era una compañía muy agradable. Con la adolescencia, la experiencia cambió. Él adolesce de su crecimiento y yo adolesco del mío propio. Debo reconocer que ahora ya no es tan sencillo. El amor, por su parte, se fortalece, madura, enseña. Intento ser un soporte para el desarrollo de mi hijo pero, sobre todo, ser padre ha significado asumir mi propio desarrollo y eso es algo muy fuerte.
Javier Carrera
Permacultor
Para mi ser padre es saber a cada instante que no estoy a la altura de la tarea, pero que sin embargo lo daré todo por el bienestar de mi hijo.
César Eduardo (Carrión)
Escritor
Mi heterónimo es una declaración de amor
Paternidad. Patern & Dad. El padre y el patrón, el modelo y el progenitor. Excepto por la palabra padre, no me siento identificado con ninguna de aquellas ideas. No pretendo ser patrón ni modelo de vida de mi hija. De nadie, en realidad. Y, ciertamente, no soy su progenitor. Conocí a Clara Isabel cuando ella tenía un año y cuatro meses. Soy su padre, sí, y mi condición es ser adoptivo. No hago la distinción entre padre biológico y padre adoptivo, pero sí entre padre y progenitor. Mi lengua materna tiene millares de palabras, que provienen de un bagaje milenario, transnacional, multicultural y suficientemente poderoso, como para acudir a ciertos eufemismos, débiles y confusos. En el mundo ecuatoriano de la adopción, se suelen establecer dicotomías como aquella de padre biológico versus padre del corazón.
El único término pertinente, semánticamente sólido, es aquel que califica de biológico al padre. ¿Padre del corazón? No, gracias. No me gustan los caramelos. Son dulces, pero no son nutritivos. Son comida chatarra, basura semántica, politiquera cursilería. Perdón, políticamente correcta. No quiero que nadie se ofenda. Sobre todo, los burócratas del ministerio (de la oficina de adopciones) que nos enseñaron a la madre (adoptiva) de Clara y a mí ese ridículo protocolo. Clara Isabel tiene un solo un padre y un solo progenitor. Yo soy el primero; el segundo, un desconocido. No nos llenemos de matices falsamente sicoanalíticos, de charlatanería de autoayuda, de fantasmas infantiles antes de hora, de pseudociencia, de burocracia sentimental. Paternidad. Patern & Dad. Patrón, no gracias; progenitor, tampoco. Clara Isabel tiene un solo padre. Y ese soy yo.
El veinte de agosto, Clara cumple siete años, alegría sin nombre de dejar de ser niño y empezar a ser hombre. Sí, porque antes de Clara era un niñato, un presumido, un tontuelo. No sé si deje de serlo del todo algún día. El día empieza con la Chispa saltando sobre la cama. La despertadora canina. La Chispa es la nueva perra, también adoptada. Adopto la posición más erguida de la que soy capaz después de tomar mi dosis diaria de ciento veinticinco microgramos de levotiroxina. Es que sufro del Síndrome de Hashimoto. Amo las drogas. Las drogas han salvado mi vida. La droga de la paternidad, sobre todo. Preparo el desayuno para tres: mamá, hija, papá. En casa soy yo quien cocina. Conmigo bajan la Chispa y el Lorenzo, nuestro hijo mayor, un basset hound portentoso. Él también sufre de hipotiroidismo. Toma diariamente 250 microgramos de levotiroxina. En mi casa, los perros aullamos el mismo tono del amor. Clara baja despeinada, vestida y alborotada. Si no me levanto temprano a preparar el desayuno todos los días, los horarios se desajustan, los perros ladran, las chicas se atrasan. Clara, por favor, cepíllate los dientes. No. Como que no, no le contestes a tu mamá en ese tono. Puchero, guiño de ojo, risa cómplice, siempre cómplice, porque la ruptura de los ritos cotidianos es un asunto de los dos. La mamá vigila. La mamá la peina. Cuando yo me encargo de su cabello, suele pedirme que la deje con su melena suelta. La dejo ir con una tormenta en la cabeza. Mi Gorgona, mi hechicera, me dice mira mis músculos, papi, y hace fuerza, y me hace jurar que de noche jugaremos con su sable laser de aprendiz de Jedi.
El último libro de poesía que publiqué se titula Emboscada. Nada importante, salvo por la firma del autor, que por primera vez firma sin su apellido. De aquí en más, firmaré mis libros de poesía sin mi apellido, fetiche patriarcal, muñeco androcéntrico, piedra de toque familiar. Me llamo César Eduardo, como mi padre. Me llamo César, como mi abuelo, como mi tío paterno, el menor, ya fallecido, y como su hijo, mi primo cubano que vive en Miami. Pues yo soy algo así como César Carrión, el cuarto. Mejor ser como César, Vallejo, Pavese, Dávila, Calvo, Moro... Mi nombre de poeta: César Eduardo. Me han preguntado por qué, si mis libros de ensayo, si mis artículos los sigo firmando como es debido. Publish or perish, les explico. Es que soy docente e investigador universitario. Es que, si no demuestro que trabajo, mis jefes no me creen. Es que a los escritores no nos creen que trabajamos. Y en asuntos de filiación académica, el apellido también importa. Pero la poseía es mi ermita, mi caverna, mi ínsula Barataria, mi homenaje a la hija descubierta. Nada más artificioso que un apellido adoptivo. Nada más insensato que el orgullo familiar. Nada más deleznable que un apellido, sin más. Mi hija dice que se llama Clara Isabel Moncayo Freire y muchas otras cosas más importantes y, luego de ellas, Carrión. Es que vivo en un matriarcado. El apellido que me falta en las portadas de los libros de poesía se lo regalé a mi hija. Que ella haga con él lo que quiera. A mí ya no me interesa. Esa renuncia es mi rito de pasaje, mi llave a la sensatez, la marca de mi paternidad. Dad, por su puesto. Dar y brindar todos los días. Patern, no gracias: yo si soy papá. Esta noche tengo una sesión de entrenamiento con mi pequeña Padawan.