Cuando nació su hijo, La Suerte se propuso hacer un dibujo durante cada día de su cuarentena. Con la estética del diario personal, sus dibujos logran retratar, sin velos, las sensaciones tan contradictorias que se experimentan en esta etapa: la intimidad, la soledad, la incomodidad, la exposición, el miedo, la ternura, el cansancio, el amor, la animalidad. El embarazo parecería una burbuja, y el puerperio, un baldazo de agua fría. Nada es como nos habían pintado. Por eso estos dibujos son tan poderosos, porque retratan con crudeza aquello de lo que nadie habla. La Suerte cuenta que una señora, después de verlos, le dijo enojada que ninguna chica que vea esos dibujos va a querer ser mamá. Porque su obra no repite la imagen clásica de la maternidad en la que la madre parece una santa y el bebé un angelito. No, aquí La Suerte se retrata a sí misma con el sexo descubierto, con vellos en las piernas, intentando levantarse de la cama con dificultad por el dolor.

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